La lucha de una mujer para defender los datos frente a las interferencias contra la salud pública
23 de septiembre de 2019
23 de septiembre de 2019
Conocí a Esperanza años atrás, a raíz de una seguidilla de amenazas que recibió por un campaña que su organización, Educar Consumidores, lanzó para prevenir a la población, particularmente la infantil, de los daños causados por el consumo excesivo de azúcar en refrescos. En aquella ocasión, la industria refresquera no dudó en utilizar todas las estrategias posibles, no solo metiendo lobistas en el Congreso colombiano sino con intervenciones telefónicas, amenazas de muerte e intimidaciones en contra de Esperanza y su equipo para acallar su voz. Fue, tal vez, un artículo en el prestigioso periódico New York Times sobre esta historia uno de los pocos respaldos que la activista tuvo en aquellos oscuros tiempos.
En marzo de este año, nuevamente tuve oportunidad de platicar con Esperanza sobre la interferencia de la industria en las políticas de salud públicas y sus efectos. Esta vez fue a raíz de una invitación que la doctora recibió por parte de una organización amiga, Corporate Accountability International (CAI) para participar como representante en una reunión de la sociedad civil dentro de la asamblea de accionistas de Coca-Cola en el Museo de Coca Cola en Atlanta.
En un esfuerzo destacable, CAI logró que los accionistas invitaran a algunos de los líderes sociales de Latinoamérica a convivir con los accionistas de la refresquera. Estuvieron presentes Jaime Delgado de ASPEC (Asociación Peruana de Consumidores), Rebecca Berner del Poder del Consumidor de México, obviamente los representantes de CAI en tanto propulsores de la iniciativa y Esperanza, por Educar Consumidores. Sin embargo, el grupo de defensores sufrió una gran presión para no participar frente a los accionistas, quienes incluso pidieron expresamente que Esperanza no hablara. “Fue muy raro y suscitó la idea que Coca-Cola tiene miedo de responder a la sociedad civil frente a aquellos accionistas que puedan estar empezando a preguntarse si son verdad todas las denuncias que pesan sobre la marca”, destacó Esperanza. “A la inmensa mayoría de accionistas no les importa nada más que recibir dividendos; en general creen en los informes que los directores de la empresa les dan en los que plantean que son responsables con el ambiente, con la vida y que están preocupados por la pandemia de obesidad”.
Lejos de mostrarse receptivos ante el impacto y la interferencia evidente y comprobado de la refresquera en términos de salud pública a nivel mundial, los ejecutivos de Coca-Cola se pusieron a la defensiva, llegando a negar a expertos en salud pública de América Latina, como Esperanza, la oportunidad en el recinto para expresar sus preocupaciones. Esperanza resume, “mi comentario estaba centrado en los impactos en salud, en especial en los niños y jóvenes que son su principal objetivo comercial. Vi a muchos accionistas obesos, quizá escuchar sobre este tema, podría hacer que alguno se hiciera preguntas al respecto. Coca-Cola le teme al desprestigio de su marca y por eso le teme a la verdad. Saben que no por mucho más tiempo podrán ocultar la evidencia científica, como lo hizo la industria del tabaco por años”.
No obstante, hay un número muy pequeño de accionistas que ha empezado a cuestionar a la empresa, pero frente al pedido de informes específicos sobre las denuncias contra la compañía -que van desde el maltrato a empleados, racismo, contaminación, pruebas en animales hasta su contribución con la epidemia de obesidad- como el realizado por el asociado John C. Harrington, quien cuenta con cien acciones comunes en la compañía, son sistemáticamente rechazadas a la vez que se autojustifican con informes privados que ellos mismos financian. “Si tú miras el informe (Proxy) a los accionistas, bellamente editado, es un manifiesto de éxito y de mentiras. Ese informe dice, por ejemplo, que ellos devuelven la totalidad del agua que consumen en las comunidades, cosa física y técnicamente imposible, además de que el agua que devuelven está contaminada”, destaca la activista.
La interferencia de estas industrias en las políticas de salud pública de los países es clara. Intefieren con diversas estrategias: presionan gobiernos, compran académicos, decisores políticos y medios de comunicación, y se montan en acuerdos comerciales internacionales para ponerse por encima de la legislación interna de los países. “Estrategias que caminan sobre la corrupción”, asegura Esperanza según su propia experiencia. “La academia independiente, la sociedad civil y los tomadores de decisiones que privilegien la salud pública por encima de intereses privados, deben aliarse en defensa de la salud pública”.
Nada desanima a Esperanza Cerón Villaquirán, quien más allá de todas las barreras continúa con su lucha de décadas. “Hoy, estamos siguiendo las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud: luchando por el impuesto al consumo; por un etiquetado plano o frontal de advertencias; para que se prohíba la publicidad, promoción y patrocinio dirigida a niños y adolescentes; luchamos por que los ambientes escolares no sean obesogénicos; y también por la promoción de la actividad física”; y asegura que la experiencia de incidencia con Coca Cola en marzo pasado fue exitosa en tanto se trabajó en respaldo de la resolución que exige un reporte ―con una revisión independiente― de cómo los productos azucarados de Coca-Cola y su publicidad dirigida a la infancia están dañando la salud pública.
Acerca de Esperanza Cerón Villaquirán
Dra. Esperanza Cerón Villaquirán, es médica Cirujana por la Universidad del Cauca; especialista en Salud y Ambiente en la Universidad El Bosque; experta en Terapias Alternativas en la Universidad El Rosario; PhD en Educación, Universidad La Salle Costa Rica y Directora de EDUCAR CONSUMIDORES y CAORDIA en Colombia.