Las ENT en contextos humanitarios
Las crisis humanitarias, impulsadas por el aumento de los conflictos, la crisis climática y la creciente desigualdad, varían en naturaleza y escala. La salud es una de sus primeras víctima.
Las crisis humanitarias, impulsadas por el aumento de los conflictos, la crisis climática y la creciente desigualdad, varían en naturaleza y escala. La salud es una de sus primeras víctima.
Datos y cifras
Las crisis humanitarias surgen como resultado de conflictos armados, desastres naturales, brotes de enfermedades, inestabilidad política, social o económica, o una combinación de todo lo anterior. Pueden ser temporales, como en el caso de un terremoto, o continuos, como en una guerra civil de larga duración.
Más de mil millones de personas viven en situaciones frágiles y afectadas por conflictos [1], o, lo que es lo mismo, una de cada ocho personas en todo el mundo. En 2023, 299 millones de personas necesitaban asistencia y protección humanitaria: alrededor del 3% de toda la población mundial. Muchas de estas personas han tenido que abandonar sus hogares: 71,1 millones de personas están desplazadas internamente en su propio país y otros 36,4 millones están refugiadas y necesitan apoyo humanitario en los países que los recibe [2]. Estas cifras han ido aumentando con el tiempo y se espera que se sigan agravando.
Más de las tres cuartas partes de las personas refugiadas están siendo acogidas en países de ingresos bajos y medios, que también son los más afectados por las crisis humanitarias [3]. Muchas de las personas que viven en entornos humanitarios necesitan atención en salud. Gran parte de la atención en estos entornos se centra, con razón, en necesidades agudas, como las mujeres que dan a luz y los recién nacidos vulnerables, los heridos que necesitan cirugía y los brotes de enfermedades infecciosas. Pero junto con estas urgencias, millones de personas luchan por controlar una variedad de enfermedades no transmisibles (ENT), como la diabetes, la hipertensión o la enfermedad cardiovascular.
Una de cada cinco personas en todo el mundo vive con una ENT o más, y quienes viven con ENT en entornos humanitarios son particularmente vulnerables. Las ENT exigen continuidad en la atención e incluso un lapso breve de interrupción puede provocar complicaciones, discapacidad y muerte prematura. Por ejemplo, los ataques cardíacos y los accidentes cerebrovasculares son dos o tres veces más comunes en situaciones de emergencia que en circunstancias normales.[4]. La diabetes y la hipertensión también son comunes y son factores de riesgo importantes para otras ENT como la enfermedad cardiovascular y la enfermedad crónica del riñón.
Sin embargo, diagnosticar y gestionar las ENT en entornos humanitarios sigue siendo un desafío, tanto para las personas que viven con ellas como para quienes intentan brindar atención médica, especialmente en países de bajos recursos cuyos sistemas de salud no pueden satisfacer las necesidades ni siquiera de las poblaciones residentes. Existen numerosos desafíos difíciles, que incluyen:
A medida que los países trabajan colectivamente para lograr la cobertura sanitaria universal, las personas que viven con ENT en entornos humanitarios se encuentran entre las que corren mayor riesgo de ser dejadas de lado.
A pesar de la necesidad urgente y creciente de actuar, queda un largo camino por recorrer para lograr que las ENT sean una prioridad en entornos humanitarios y cumplir la promesa de salud para todas las personas. Los programas humanitarios mundiales siguen sin contar con fondos suficientes [5], y a menudo se pasa por alto la importancia de las ENT en tales contextos. Esto sólo ha comenzado a cambiar recientemente, ya que quienes toman las decisiones ahora se ven obligados a adoptar un “enfoque contra todos los peligros” en la planificación y respuesta a emergencias, junto con una respuesta sanitaria y humanitaria inclusiva que no deje a nadie atrás.
No existe una solución milagrosa que pueda aplicarse a todos los entornos humanitarios, y el grado en que los países son capaces de responder a las emergencias sanitarias depende de la escala de la crisis que enfrentan, su situación económica, su preparación para emergencias y la resiliencia de sus sistemas de salud. Pero el éxito de una respuesta de emergencia es más probable si ya existen modelos probados de atención y alianzas sólidas entre el gobierno y la sociedad civil.
Se están tomando medidas para apoyar esto, como el establecimiento de un marco estandarizado para la integración de la atención de las ENT en entornos humanitarios, consolidado a través de directrices políticas como las del ACNUR y el IRC. Integrar la atención de enfermedades no transmisibles en entornos humanitarios: una guía operativa, publicado en 2020. En 2016 también se presentó el kit de ENT de la OMS, que brinda medicamentos para las ENT a una población de 10,000 personas durante tres meses en caso de emergencia, como solución temporal.
También se asumieron compromisos importantes a nivel mundial, con la 75.ª Asamblea Mundial de la Salud (2022) haciendo recomendaciones sobre la priorización de las ENT en la preparación para emergencias y la planificación de respuesta, y el Pacto Mundial de la OMS sobre las ENT (2022) indicando que para 2030 los gobiernos deben proteger a 1,700 millones de personas. personas que viven con ENT garantizando el acceso a la atención en emergencias humanitarias. Este impulso sigue creciendo con la segunda reunión técnica mundial de la OMS sobre ENT en emergencias que se celebrará en 2024.
La participación de las personas que viven con ENT en entornos humanitarios en la respuesta a las ENT es esencial para garantizar que se puedan abordar sus necesidades reales. La sociedad civil desempeña un papel crucial al incorporar sus voces al proceso de configuración de programas y políticas que coloquen a las comunidades afectadas en el centro.
Para aumentar la base de conocimientos y de evidencia sobre la atención de las ENT en entornos humanitarios, la Alianza de ENT ha elaborado un resumen de políticas y una serie de estudios de casos en Líbano, Kenia y Ucrania .
La región de Medio Oriente y África del Norte (MENA) ha experimentado varias crisis humanitarias en los últimos tiempos, lo que ha resultado en poblaciones de refugiados desplazadas y sistemas de salud debilitados. Uno de los países más afectados de la región es el Líbano, donde una de cada cuatro personas es refugiada, la mayoría de ellas procedentes de Siria. Un grupo importante de esta población vive con enfermedades no transmisibles, lo que ejerce una mayor presión sobre los servicios de salud, que ya están bajo presión después de la pandemia y las crisis socioeconómicas.
La coalición Partnership for Change busca responder a esta situación implementando modelos de atención que mejoren el acceso a la prevención, el diagnóstico y la atención de enfermedades crónicas. Abdel, un refugiado sirio que vive en el Líbano con diabetes tipo 2, es uno de los beneficiarios de sus programas centrados en fortalecer la capacidad de las y los pacientes para autogestionar sus enfermedades a través de la educación y el apoyo de pares.